Abro los ojos y despierto con una energía diferente, esa energía que incita a cambio y ganas de renovarme.
Me siento frente a mi placard, abro sus puertas y observo minuciosamente
todos mis disfraces que cuelgan amontonados en el fondo. Parecen mirarme
recordando aquellas vidas vividas y enterradas.
Es cuando tomo conciencia de que ya gaste siete de mis ocho
vidas. Sólo me queda una –
Ya me disfracé de novia. Ya me disfracé de costurera. De
puta. De enfermera. Ya me disfracé de anfitriona. De cocinera. Ya me disfracé de buena. De mala. De ingenua.
De boluda. De sabia.
Ya me disfracé de dominante. De sumisa. De sorda. De ciega.
De perceptiva. De mística. De atea.
Ya me disfracé de esposa, De amante. De víctima. De
mentirosa. De crédula. De ingenua. De alquimista.
Ya me disfracé de viva, De muerta…
Observo los retazos de mis vidas anteriores sonrío y siento que esta vida es fértil.
Concluyo que es en esta en la que solo quiero abrirme a los que son capaces de
resistir la tentación de desesperase. Porque como en toda siembra, cada árbol
necesita tiempo y mucho cuidado para crecer fuerte.
1 comentario:
Te leo y me pregunto por qué no escribes más seguido... adoro cuando lo haces... adoro leerte... adoro todo de vos...o casi, para que vamos a mentirnos a este punto, no? ...jajajaja!
Te amo hermanita!
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